Amados, no creáis a todo espíritu, sino probad los espíritus si son de Dios; porque muchos falsos profetas han salido por el mundo.
Por: Jaime Mirón
(1 Juan 4:1)
El apóstol Juan nos exhorta, o mejor dicho, nos ordena probar los espíritus. En realidad uno de los propósitos de 1 Juan es el discernimiento,1 y por ello el estudio de esta epístola resulta idóneo para ayudarnos con este tema. Esta epístola fue escrita hacia fines del primer siglo. Había pasado suficiente tiempo desde el comienzo de la iglesia como para que herejías, doctrinas extrañas, falsos profetas y engañadores entraran en las congregaciones.2
Primera Juan es el libro más apropiado del Nuevo Testamento para conocer las características básicas de una secta, a fin de poder discernirlas y preparar a los cristianos con sana doctrina para que no caigan en la trampa del enemigo. Vemos que los cristianos de Berea fueron premiados y llamados «más nobles» porque «día tras día estudiaban las Escrituras para ver si era cierto lo que se les decía» (Hechos 17:11). Debido a que los mismos vientos de doctrina que circulaban en el primer siglo todavía están molestando a la iglesia contemporánea, con urgencia necesitamos escudriñar la Escritura para ver si «estas cosas son ciertas».
1. Salen de nosotros. La gran mayoría de quienes comienzan una secta tuvieron sus principios en el movimiento cristiano evangélico, como advierte Juan:
«Salieron de nosotros, pero no eran de nosotros; porque si hubiesen sido de nosotros, habrían permanecido con nosotros» (2:19)
Durante una visita a Argentina encontré literatura sobre la iglesia «evangélica» homosexual. Al indagar más, me enteré de que sus líderes anteriormente habían sido pastores de iglesias bíblicas. En Guadalajara, México, los fundadores de «La Luz del Mundo» también salieron de dos grupos netamente evangélicos. Es más, hemos recibido cartas (especialmente de Sudamérica) de personas atrapadas en la Iglesia de Unificación, cuyo fundador Sun Myung Moon antes de iniciar su propio grupo había comenzado en una iglesia presbiteriana y luego había sido miembro de una iglesia pentecostal.
Cuando con mi esposa vivíamos en México, «Los Niños de Dios» —ahora conocidos como «La Familia de Amor»— casi se llevaron el grupo de jóvenes de nuestra iglesia. El fundador, el ya fallecido David Berg, antes había sido ministro con la Alianza Cristiana y Misionera. Jim Jones, el fundador del «People’s Temple», el grupo que se suicidó masivamente en Guyana, profesó su conversión en una Iglesia del Nazareno y luego pastoreó una iglesia carismática. El grupo conocido como «Dios es Amor» que proviene de Brasil, profesa ser una iglesia evangélica pentecostal.
De las sectas más conocidas podemos mencionar a Russell de los Testigos de Jehová, que comenzó en una iglesia congregacional; Mary Baker Eddy, fundadora de la Iglesia de Ciencia Cristiana, quien nació en una familia con tradición bíblica congregacional, y fue influenciada por las doctrinas de un hombre que había pertenecido primero a la iglesia metodista y más tarde a una iglesia pentecostal; José Smith de los mormones fue tocado por el avivamiento evangélico en Nueva Inglaterra en los Estados Unidos de América.
Seguramente cerca de nuestra casa se encuentra funcionado una secta cuyo fundador salió de una sólida iglesia bíblica. Pablo explica:
«Y de vosotros mismos se levantarán hombres que hablen cosas perversas para arrastrar tras sí a los discípulos» (Hechos 20:30)
2. El error básico de la secta radica en lo que cree sobre el Hijo de Dios y por ende sobre el plan de salvación.
« ¿Quién es el mentiroso, sino el que niega que Jesús es el Cristo?» (2:22)
De este versículo deducimos que es posible estar equivocado acerca de la doctrina de Dios Padre o aun de Dios Espíritu Santo y seguir llamándose verdadero cristiano, pero jamás se puede estar equivocado acerca del Hijo de Dios. Juan afirma:
«Todo aquel que niega al Hijo, tampoco tiene al Padre. El que confiesa al Hijo, tiene también al Padre» (1 Juan 2:23; véase también 2 Juan 7)
Hace tiempo una persona me escribió preguntando sobre un grupo en Centroamérica. Sucedía que al visitarlo le había impresionado el ambiente de «amor» y no le había parecido tan diferente de su iglesia a la que había asistido durante años. Después de investigar el tema, encontré en el grupo algo que Pablo seguramente denominaría «doctrinas de demonios» (1 Timoteo 4:1). Entre otras cosas, descubrí que ese grupo sostiene que Jesucristo evolucionó hasta llegar a ser un dios, y alega que Jesucristo y Satanás son hermanos. A este grupo Juan diría: «Cualquiera que se extravía, y no persevera en la doctrina de Cristo, no tiene a Dios» (2 Jn. 9).
Pasé varias horas escribiendo una cuidadosa contestación a la carta. Tres semanas más tarde recibí la respuesta, mejor dicho una protesta acusándome de que yo había falseado la doctrina del grupo y que era imposible que lo que yo decía fuera verdad. Como por mi parte había hecho un estudio cauteloso y sabía que yo tenía razón, entonces en mi réplica le expliqué a esta persona que aunque un grupo hasta el momento no hubiera enseñado cierta doctrina, ésta igualmente forma parte de sus creencias. Muchas sectas esperan hasta que la persona sea parte integral del grupo para entonces revelar las grandes doctrinas falsas, que generalmente tienen que ver con la persona de Cristo.
«Porque algunos hombres han entrado encubiertamente, los que antes habían sido destinados para esta condenación, hombres impíos, que convierten en libertinaje la gracia de nuestro Dios, y niegan a Dios el único soberano, y a nuestro Señor Jesucristo» (Judas 4)
3. Emplea material extra bíblico colocándolo al mismo nivel que la Biblia.
Puede ser algo escrito como El libro del Mormón o Las cartas de MO (David «Moisés» Berg, de «La Familia de Amor»), o la palabra de un líder caudillo —como el ejemplo del joven pastor que presentamos al comenzar este libro.
Aduciendo «revelaciones directas de Dios», esta clase de líder (generalmente llamado profeta, apóstol o ungido) controla a los miembros del grupo. Recuerdo un triste incidente en un país de Centroamérica. Durante el culto el líder de la iglesia recibió la «revelación» de que una mujer soltera tenía que casarse con cierto hombre en la congregación. En forma inmediata celebraron el casamiento (por cierto no legal). La dama, que no estaba de acuerdo pero a la vez no quería oponerse al ungido de Dios, luego admitió: «Aquella noche básicamente fui violada». Lo que más me molesta de este incidente es que los líderes de la congregación tratan a los miembros como si no fueran «coherederos de la gracia de la vida» (1 Pedro 3:7), como si no tuvieran capacidades espirituales (1 Corintios 12) con derecho al acceso directo al trono de la gracia (He. 4:16), como si fueran súbditos a quienes pueden manipular por su palabra.
4. Alegan que son los únicos con la verdad.
La mayoría de las sectas profesan haber encontrado la iglesia y la doctrina «ideal» y su razón de ser es no seguir cometiendo los errores de las demás iglesias. Es propio decir que Jesús es el único camino porque la Biblia lo enseña (Juan 14:6), pero es totalmente diferente decir que mi iglesia o el grupo al que asisto es el único con la verdad, y como consecuencia los demás no son salvos o, peor todavía, que están bajo el control de Satanás. En un grupo de ese tipo la salvación no consiste tanto en ir a Cristo sino en ir a un grupo o iglesia, o en un sistema de obras humanas. Declarándose los únicos poseedores de la verdad, ciertos grupos no permiten que sus miembros pisen el umbral de otra iglesia.
Hace poco mi hijo Joel, a quien Dios le ha dado una preocupación especial por los que están atrapados en doctrina falsa, asistió a la iglesia de unos amigos a quienes había estado testificando de su fe. Joel me comentó que el culto fue similar al de una iglesia evangélica, pero con una diferencia notable: cuando la gente pasaba a dar testimonio ninguno alababa al Salvador Jesús sino que toda la alabanza estaba dirigida a la iglesia en sí. Dar la gloria a otro es peligroso porque Dios mismo declara: «…a otro no daré mi gloria ni mi alabanza a esculturas» (Is. 42:8).
5. Emplean sólo porciones de la Biblia, y generalmente fuera de contexto.
Fundamentan su doctrina en unos pocos pasajes de la Escritura, pero ¡cuidado! pues llegan a ser expertos en los pasajes que apoyan sus creencias. Hace tiempo José, un miembro de nuestra iglesia, tuvo un encuentro con un miembro de una semi-secta y se sentía confundido porque el hombre había declarado que José no era salvo por no haber sido bautizado de la manera prescrita en su iglesia. Grupos así son peligrosos pues conocen muy bien su doctrina y ciertos versículos —generalmente oscuros— que apoyan tal doctrina,3 y se valen de ellos para confundir a la gente. José no fue el único caso; a otros miembros de nuestra iglesia les han dicho que no son salvos porque celebran la Navidad, toman café, comen carne, no dan su diezmo a cierto grupo, y varias otras cosas relacionadas con la manera de vestir, el maquillaje, etc. El apóstol Pablo debió enfrentarse con muchas de las mismas creencias (y aun más), y como respuesta escribió:
«Por tanto, nadie os juzgue en comida o en bebida, o en cuanto a días de fiesta, luna nueva o días de reposo, todo lo cual es sombra de lo que ha de venir; pero el cuerpo es de Cristo…. Pues si habéis muerto con Cristo en cuanto a los rudimentos del mundo, ¿por qué, como si vivieseis en el mundo, os sometéis a preceptos tales como: No manejes, ni gustes, ni aun toques (en conformidad a mandamientos y doctrinas de hombres), cosas que todas se destruyen con el uso? Tales cosas tienen a la verdad cierta reputación de sabiduría en culto voluntario, en humildad y en duro trato del cuerpo; pero no tienen valor alguno contra los apetitos de la carne» (Col. 2:16–17, 20–23)
6. Emplean terminología bíblica pero con su propia definición de los distintos términos.
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