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¿MANDAS EVANGÉLICAS?

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“¿O quién le dio a él primero, para que le fuese recompensado?”
Romanos 11:35
mandas evagelicas
Bien sabemos que todas las religiones paganas presentan el mismo mecanismo de relación con sus dioses. Los feligreses deben presentar méritos y esfuerzos humanos para conmover a sus deidades lejanas, tiranas y severas, con el fin de recibir favores merced a sus buenas obras, mandas o autoflagelaciones.


La misma tónica observamos en el catolicismo romano, cuyas prácticas antibíblicas son idénticas a las de todo paganismo. Caminar de rodillas, derramar sangre, ofrendar paquetes de velas, etc., son parte de las conocidas mandas que vendrían a ser el salario que “el pecador otorga a dios por el favor concedido”. De más esta decir que todo esto no tiene ningún fundamento en las escrituras y que solo se asila en el entenebrecido corazón del hombre.

Pero hablar del paganismo o del catolicismo romano, no merece mucha atención porque todos conocemos su despego a la Palabra de Dios. Lo que nos interesa y que nos debe llamar profundamente la atención, es descubrir que las mandas también tienen su versión evangélica.

Lamentablemente muchos de los argumentos que levantan algunos líderes evangélicos con el fin de que sus feligreses se despojen de sus bienes y los entreguen incondicionalmente a la iglesia, han dado paso a una verdadera teología neo pagana en que el fiel concibe a un dios que solo otorga favores a quienes se esmeran, se sacrifican, se despojan de todo o se auto flagelan. Es lo mismo que hacen los budistas lamas, fieles descalzos, hermanos de los pobres, etc. etc. Esto la Biblia no lo avala.

Nuestro Dios, es un Dios que gratifica al peor, a aquel que no merece nada y los sacrificios u ofrendas que los creyentes podamos dar, no son mandas, sino que frutos de corazones agradecidos al Señor que tanto bien nos da cada día.
Este neo paganismo se ha enquistado en el seno de la iglesia de Cristo. Muchos hermanos no dan por amor, sino que pensando en que Dios le va a multiplicar. Otros dan como para “pagar” por tal o cual favor que han recibido.
NAAMAN Y ELISEO
La acción innata del ser humano, de pretender comprar el favor de Dios, también se relata en la Biblia. Por ejemplo, el caso del general del ejercito del rey de Siria, Naamán.
Este hombre, sufría de lepra y luego de escuchar el consejo de la sierva de su mujer, acude hasta el rey de Israel y posteriormente al profeta Eliseo. Cuando Eliseo le indicó que tenía que lavarse siete veces en el río Jordán para ser limpio de la lepra, Naamán no se agradó, porque pensaba que el profeta solo iba a invocar a Jehová brevemente, y al alzar su mano tocaría la lepra para sanarla. Sin embargo, luego del consejo de sus criados, quienes le hicieron recapacitar, Naamán decide zambullirse siete veces en las aguas del Jordán y conforme a lo que Eliseo había dicho, la lepra fue sanada.

Inmediatamente a este hecho milagroso, de lo profundo del corazón de Naamán, surge aquella iniciativa espontánea y propia de todo ser humano, cual es, COMPRAR EL FAVOR DIVINO.
He aquí ahora conozco que no hay Dios en toda la tierra, sino en Israel. Te ruego que recibas algún presente de tu siervo. Más él (Eliseo) dijo: Vive Jehová, en cuya presencia estoy, que no lo aceptaré” (2 Reyes 5: 14-16).
Aquella era una época cargada de adivinadores y magos que actuaban por dinero; el profeta rehusa aceptarlo, para así afirmar que fue Jehová, y no él, el autor del milagro. A tal punto llega la ofensa a Dios, en aquellas actitudes de dar dinero “comprando” el favor Divino, que Giezi, criado de Eliseo fue duramente castigado.

Giezi, a espaldas de Eliseo, corre tras Naamán para pedirle, con una mentira, el presente que previamente el profeta había rechazado. Como consecuencia de este mal proceder, Giezi se volvió leproso, lo que nos confirma lo ofensivo que significa para Dios, el no reconocer su gracia, tomando ganancia deshonesta. (2 Reyes 5: 20-27).
SIMON Y PEDRO
El nuevo testamento, nos relata la experiencia que tuvo el apóstol Pedro con un hombre llamado Simón , el que en un tiempo había practicado la magia. Este hombre, al ver que por la imposición de las manos de los apóstoles se entregaba el Espíritu Santo, les ofreció dinero con el afán de recibir aquel poder; ante esto, la reacción de Pedro fue como la de todo verdadero siervo de Dios:
Tu dinero perezca contigo, porque has pensado que el don de Dios se obtiene con dinero…Arrepiéntete, pues, de esta tu maldad, y ruega a Dios, si quizás te sea perdonado el pensamiento de tu corazón” (Hechos 8: 20-22).
Saltando rápidamente a nuestra actualidad, debemos reconocer que tanto la actitud de Naamán, Giezi y Simón, están muy vigentes en una gran cantidad de feligreses de toda religión e inclusive cristianos evangélicos.

Vemos por una parte, a miles de personas que pasando por alto la gracia de Dios, no reconocen que Dios favorece al que no merece nada y por consecuencia, siempre están intentando “comprar” el don Divino. Es en este marco de gente, donde encontramos las tan populares mandas, procesiones, peregrinajes y ventas de indulgencias del Catolicismo Romano. Tristemente, debemos reconocer que la iglesia evangélica no se ha quedado atrás en esta práctica, pues la costumbre del diezmo y la manera como enseña, ya pasó a ser una verdadera compra de favores a Dios. Se enseña que si alguien da una moneda, Dios devolverá dos.

Por otra parte, vemos la avaricia que ha estado cegando a muchos líderes de congregaciones evangélicas, que en similitud a la codicia de Giezi, toman como libertinaje la soberanía y la gracia de Dios, e imparten “beneficios y favores” hacia los demás, lucrativamente. Así también, debemos reconocer que existen muy pocos como Eliseo o Pedro, quienes en una forma instantánea, rechazaron cualquier tipo de pago que pretendiera “comprar” el favor de Dios.

En resumen, el favor de Dios no se compra ni con dinero ni con méritos humanos; aquellas pretensiones son claramente visibles en los sistemas religiosos e ideologías sectarias que han abandonado los fundamentos del cristianismo bíblico.

El texto que motiva y que encabeza este artículo es bastante decidor y concluyente. Nadie de nosotros podría decir que ha recibido algo porque le ha dado algo a Dios primero. Todo lo que somos y tenemos solo es nuestro por la gracia de Dios y no como resultados de mandas o esfuerzos humanos.

Amados hermanos, meditemos en esto: Lo que hacemos por esfuerzo humano tendrá como resultado el producto de nuestro trabajo y será para nuestra vanagloria, pero lo que hacemos por medio del poder de Dios tendrá como resultado el fruto del Espíritu Santo y será para la su gloria.



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