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La negación de los síntomas: ¿Es válida?

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“El evangelista no debe llegar enfermo,” pensé. Pero, ahí estaba yo, quince minutos antes de la reunión, afuera de la carpa con dolor de estómago.

Había ido a respaldar a un misionero amigo que realizaba reuniones evangelísticas bajo carpa. En el camino, tuve la sospecha de que iba a predicar. Así, cuando el predicador local no apareció, no me sorprendió que me mi amigo misionero me pidiera que predicara. La sorpresa era mi dolor de estómago.

“Bueno,” pensé, “si no es la voluntad de Dios que predique, me lo podría decir de otra forma.” Concluí entonces que Satanás era al culpable.

Súbitamente, el Espíritu de Dios me dio la impresión de que el dolor era una mentira de Satanás y que debía declararme sano en el nombre de Jesús.

Reprendí al diablo y sané antes de siquiera terminar la oración. La reunión continuó en el horario planeado, y ¡hubo sanidades! Existen incontables promesas sobre la sanidad en la Biblia. Aquellos que presumen que el ministerio de sanidad existió solo en la primera época de la Iglesia tienen serias dificultades para comprobar su negación por medio de la Biblia. Milagros de sanidad existen hoy en día.

Por otro lado al otro extremo, continuamente se nos exhorta a través de los canales cristianos y libros populares acerca de que podemos ser sanados instantáneamente, de cualquier dolencia, si ponemos en práctica nuestra fe en Cristo.

Una popular “alabanza” dice que nos “levantemos y seamos sanados” en el nombre de Jesús. Se nos recalca que Dios ya ha hecho todo lo que tiene que hacer y que Cristo murió por todas nuestras dolencias, además de nuestras culpas. Si no recibimos sanidad es porque no tenemos la voluntad de apropiarnos de las promesas de Dios.

No se trata de cuestionar la validez de la sanidad divina ya que el testimonio de la Escritura es claro. Lo que preocupa es que mucha gente ha tratado de “levantarse y ser sanada” y no ha podido. Saben que creyeron a Dios y esperaron con gran expectativa los resultados de su fe.

Cuando la sanidad no se manifiesta, comienzan a sentir culpabilidad, pensando: “No practicamos la fe” o “Sucede algo malo con mi espiritualidad,” y entran en un círculo de sufrimiento, culpa y duda que les lleva a la desesperación.

En ningún lugar del Nuevo Testamento se garantiza que los enfermos serán sanados instantánea y milagrosamente, sin excepción alguna, bajo la sola condición de su fe en Cristo. Tras años de estudiar el tema de la sanidad divina, no he podido hallar ese tipo de promesa. Aunque todos los maestros de la Palabra de fe lo expresen juntos y a coro, no podrán encontrar esta promesa donde no existe.

La forma más popular de aproximación al tema de la sanidad divina se la puede llamar “la negación de los síntomas” y constituye la piedra angular del movimiento de la Palabra. Esta forma consiste en que a la persona afligida por enfermedad se le urge —después de haber orado por ella— a que niegue que sus síntomas sean indicativos de enfermedad. Estos síntomas son entonces llamados “mentiras del enemigo.”

Las  premisas bajo  las cuales  funciona este  método  son  las siguientes:

  1. Es la voluntad de Dios que la persona goce de perfecta salud.

  2. Uno debe creer que ya está sano antes de que se manifiesten los resultados, se deben negar todos los síntomas.

  3. Si no se consigue la sanidad, se considera como falta de fe o de pecado oculto.

Los que lideran el uso de este método no están totalmente de acuerdo entre  sí en su forma de aplicación. En cuanto a la doctrina de la prosperidad sí existe un consenso, pero no respecto a la doctrina de la sanidad.

Algunos llegan a creer que recurrir a la ciencia médica constituye una falta de fe. Otros consideran que la medicina es meramente una forma en que Dios manifiesta su sanidad y no ven sus visitas al doctor como una contradicción a sus ministerios de sanidad.

Varios seguidores de la Palabra de fe niegan la existencia de la enfermedad que les aflige y prefieren decir que son síntomas engañosos. Otros no niegan la realidad de la enfermedad, pero declaran que esta tiene “derecho” de estar en ellos.

Un reconocido maestro de la fe, por ejemplo, explicaba en uno de sus libros cómo lo atacaban los síntomas de la gripe: congestión nasal, dolor en los ojos y dolores musculares por todo el cuerpo; pero que se rehusó absolutamente a aceptarlos. Luego de varios días de valiente lucha y por abundante confesión positiva, los “síntomas engañosos” lo dejaron y no llegó  a tener la enfermedad para nada.

Tales “testimonios” son el colmo del absurdo. ¿Está diciendo que los microbios de la gripe no estaban en su cuerpo después de todo? ¿O que los “síntomas engañosos” tenían alguna causa espiritual independiente de los microbios? En esta sección resulta innecesario tratar  extensamente con ciertos textos o líneas argumentativas, debido a que son idénticos a los ya tratados en la doctrina de la prosperidad.

Los publicaciones acerca de la confesión positiva, 3 Juan 2 y Marcos 11:24, se aplican igualmente a la cuestión de la sanidad y haremos alusión a ellos solo cuando sea necesario clarificar algún punto. Se debe aclarar que no todos los practicantes de la sanidad por fe son miembros del Movimiento Palabra de fe. Por ejemplo, la fallecida Kathryn Kuhlman que fue una de sus principales practicantes, tenía poca paciencia con aquellos que mantienen que la fe inevitablemente lleva a la cura de las dolencias.

En su obra titulada Creo en los milagros, declara con desdén que muchas veces vio cómo a personas tremendamente enfermas se les decía que no eran sanadas debido a su falta de fe. También dice que muchas veces se vio inclinada a reaccionar contra aquellos que juzgan a los demás en base a eso.

Cuando le preguntaron a Kuhlman por qué nunca había escrito un libro sobre el mecanismo del ministerio de la sanidad, ella declaraba no haberlo hecho porque no lo entendía ni ella misma. Durante un tiempo pensó que era absolutamente necesaria la fe del enfermo, pero dice que Dios le demostró lo contrario, cuando sanó a un hombre sordo que declaró no creer. Tales experiencias echaron por la borda su creencia anterior.

Inclusive en cuanto toca a la voluntad de Dios acerca de la sanidad, Kuhlman dudaba. Aunque, en sentido general, ella sentía que la voluntad de Dios era sanar, también menciona que no estaba segura si era o no cierto en diversos casos. Debido a esto último, si siguiera viva, Kuhlman no sería considerada como maestra del movimiento de la fe, pues no estaría alineada con las premisas del mismo. Aunque varios maestros de la fe considerarían estos puntos de vista como expresión de incredulidad, pocos han visto las multitudes que ella atraía o visto resultados semejantes a los que obtenía (estos comentarios son solo aclaratorios y no endosan como buenas y validad las enseñanzas de Kuhlman).

Como varios de los principales maestros están en total desacuerdo entre sí, y debido a que la cuestión de la sanidad divina es muy compleja, debemos limitar nuestro estudio al método de la negación de los síntomas.

Examinaremos las premisas y las Escrituras relacionadas con ellas, en un intento por determinar si este método es correcto con respecto a las Escrituras y a qué grado se justifica el interés generalizado que causa en nuestros días.

Esperamos llegar a una conclusión equilibrada como para sostenerla sin dañar la fe ni restringir la mano del Dios soberano; sea con respecto a su habilidad de sanar o a los métodos que Él emplea.

Examinemos, pues, algunas preguntas vitales.

En 1 Pedro 2:24, ¿se nos garantiza la sanidad instantánea y milagrosa? por sus llagas… (1 Pedro 2:24).

Quien llevó el mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia; y por cuya herida fuisteis sanados (1 Pedro 2:24).

La más mínima mención del tema de la sanidad en los círculos de la Palabra de fe, provoca —casi garantizado— los clamores de “por cuya herida fuisteis sanados.” Esta cláusula es vista como evidencia adecuada para el método de la negación de los síntomas, capaz de silenciar toda oposición.

Esta interpretación gira alrededor del uso del tiempo pasado del verbo “sanar.” Para el movimiento de la Palabra, nuestra salud física es algo ya legalmente obtenido, tan a nuestra disposición como la salvación de los pecados; y ya que esto último puede ser ganado por fe solamente, igual lo primero. La única barrera posible es la incredulidad.

Las marcas del látigo (las llagas) en la espalda de Jesús fueron un sustituto para nuestras enfermedades, según estos maestros, así que no hay base legítima para estar enfermo, aparte del pecado. Cualquier síntoma de enfermedad es una mentira del enemigo, que debe ser rechazada de plano.

Aunque han sucedido milagros a través de este método, no estamos tratando con testimonios, sino con análisis de la Escritura. A pesar de que el método de la negación de los síntomas puede tener base escritural, es inaceptable que 1 Pedro 2:24 sea prueba de ello. Mis razones, a continuación:

1. Nada cambia, sea que la sanidad esté o no presente en la expiación.

Aunque reconozcamos que este versículo prueba que la sanidad está en la expiación, aun así no es prueba de que deba ocurrir instantáneamente o por medios milagrosos. El asunto del cuándo y el cómo no se menciona, solo lo asumen aquellos que desean interpretarlo de esa manera.

Todo aspecto de salvación se cumple en la expiación: algunos de estos aspectos están a nuestra disposición al momento, pero otros no. La glorificación de nuestros cuerpos, la plena restauración de la creación material, nuestro derecho a gobernar y reinar junto con Cristo en la tierra, todos son parte de la expiación.

Nuestro perfeccionamiento y santificación fueron también logrados en el Calvario, por lo cual podemos experimentar paz con Dios y seguridad de nuestra salvación. Pero, ¿cuántos somos ya perfectos? La santificación es un hecho legal y un proceso a la vez. Dios usa una variedad de experiencias para aplicar estos beneficios a nuestras vidas, algunos agradables, otros no tanto.

Lo que se pasa por alto en la interpretación que hace la Palabra de fe de 1 Pedro 2:24, es la distinción entre la compra legal realizada en el Calvario y su resultado en la experiencia. Aunque aceptemos que Jesús murió por nuestras enfermedades, la cuestión del tiempo y el método de aplicación todavía quedan abiertos.

2. La sanidad física no está en el contexto

Al ver la palabra “sanado,” el concepto de enfermedad física al instante nos viene a la mente. Los usos figurativos de esta palabra son menos frecuentes en el castellano. Pero en la Biblia, sanidad se entiende también como salvación.

En el capítulo 28 de los Hechos, por ejemplo, Pablo cita del capitulo 6 de Isaías: Y oigan con los oídos, y entiendan de corazón, y se conviertan, y yo los sane. En el contexto, tanto de los Hechos como de Isaías, la purga de la culpa moral es el tema, no la sanidad física.

En toda la Primera Epístola de Pedro no se menciona la sanidad divina, aunque es seguro que el apóstol creía en ella. La primera mitad del versículo demuestra que Pedro se refiere a la crucifixión de Cristo por el pecado quien llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo.

El Nuevo Testamento básicamente emplea tres palabras griegas para “sanar.” Una de ellas es therapeuo, la cual significa sanidad física (literalmente “sanar”). La otra palabra es sozo, que significa “salvar” y también “sanar,” pues se salva al enfermo de las consecuencias de la enfermedad. La tercera es hiaomai, siendo esta la que escribe Pedro en su primera carta (2:24), y significa “curar.”

Este último término tiene le peculiaridad de que es una palabra “camaleón,” es decir, que toma su significado del contexto. Si el objeto gramatical es algo espiritual, la palabra significa sanidad espiritual. Si el objeto es algo físico, debe dársele el significado de sanidad física. Para interpretar este verbo, uno debe preguntarse: “¿Es el objeto del verbo algo espiritual o algo  físico?” La interpretación acorde será la correcta. Al aplicar este principio a 1 Pedro 2:24, se puede ver que Pedro se refiere a algo espiritual: el pecado. Por las heridas de Cristo hemos sido curados de la “enfermedad” del pecado; concepto que encaja perfectamente en la teología y énfasis de toda la 1 Epístola de Pedro.

Si Pedro hubiera deseado aclarar que se trataba de sanidad física, el término más apropiado habría sido therapeo, y no hiaomai.

3. Es una cita de Isaías 53:5

Algunos han argumentado que sería repetitivo decir la misma cosa dos veces en un versículo. Por lo tanto, Pedro debe haber querido referirse a algo diferente del pecado, en su última cláusula.

Debe tomarse en cuenta que esta cita es una forma muy típica de la poesía judía, llamada paralelismo y ejemplificada en el libro de Isaías. La poesía hebrea es una rima de ideas más que de sonidos. La última sección de un versículo repite el significado de la primera parte, pero en diferentes palabras. Esta fórmula se ve constantemente en los Salmos, de allí su belleza. Por ejemplo: De Jehová es la tierra y su plenitud; el mundo y los que en él habitan (Salmo 24:1).

Varios de los profetas usaban este formato y tenemos en Isaías el principal ejemplo. Si la cláusula de “por su herida hemos sido sanados” se refiriera a algo diferente de la primera parte del versículo, constituiría una ruptura del patrón poético de todo el capítulo 53 de Isaías.

Algunos maestros accidentalmente confunden la diferencia entre Isaías 53:5 y el siguiente versículo citado por Pedro. Se extienden para probar que el versículo 4 se refiere a la sanidad física, señalando que “dolores” en realidad significa “dolencias.” De alguna manera lo mezclan con el versículo de “por su herida” y ¡listo!, encuentran la relación con la sanidad física.

Para ser precisos, debemos distinguir cuidadosamente estos dos versículos y dónde se los cita en el Nuevo Testamento. Mateo cita el versículo 4 en Mateo 8:17, refiriéndose con claridad a la sanidad física. Pero Pedro tomó el versículo 5 de Isaías para citarlo en su segunda carta 2:24, y este no se refiere a sanidad del tipo físico.

¿En qué versículo del Nuevo Testamento se encuentra algo de la negación de los síntomas? Lo más posible es que en Marcos 11:24, que ya fue analizado en el capítulo cinco de esta obra. Lo esencial de dicho texto es que la respuesta se ha dado en sentido legal, antes de la manifestación visible.

Negar que el término “todo” incluya la sanidad sería absurdo. Tampoco podemos excluirla en base a que no sea mencionada (la sanidad) específicamente en todo el capítulo. Negarlo nos obligaría a limitar la fe a “mover montañas” y “marchitar higueras.”

La única precaución que debemos tener en cuanto a la aplicación de este texto a la sanidad por negación de los síntomas reside en el  discernimiento de la voluntad revelada de Dios, en cuanto al tiempo y al método.

Las Asambleas de Dios, una denominación clásicamente pentecostal que en verdad cree en la sanidad divina, toman una posición moderada acerca de lo del sufrimiento por enfermedad de los creyentes.

…cuando los creyentes optan seguir el modelo del Rey de reyes… Podrán reconocer la verdad de Romanos 8:17, acerca de que son herederos junto con Cristo: “si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados”. Pablo incluso llegó a gloriarse en sus debilidades, en vez de negarlas (2 Corintios 12:5- 10.)

Algunos evangelistas del movimiento testifican que han recibido sanidad milagrosa por medio de Marcos 11:24. Su entusiasmo es entendible. Se les hace fácil confundir el don especial de la fe que experimentaron, con la fe general de la vida cristiana ordinaria y, por eso, caen en error doctrinal y en juicios críticos.

¿Vemos a Jesús o a los apóstoles aplicando el método de sanidad por negación de síntomas? Consideremos algunos posibles ejemplos:

1. Los diez leprosos, Lucas 17:12-14

Y al entrar en una aldea, le salieron al encuentro diez hombres leprosos, los cuales se pararon de lejos y alzaron la voz, diciendo: ¡Jesús, Maestro, ten misericordia de nosotros! Cuando él les vio, les dijo: Id, mostraos a los sacerdotes. Y aconteció que mientras iban, fueron limpiados.

La sanidad tomó lugar después de que los leprosos creyeron su palabra y la obedecieron. Este ejemplo claramente contiene el elemento de la fe, pero no cumple los pasos de la negación de los síntomas. Jesús no les requirió que confesaran su sanidad como obtenida antes de que realmente ocurriera.

2. El hijo del noble, Juan 4:49-51

El oficial del rey le dijo: Señor, desciende antes de que mi hijo muera  Jesús le dijo: Ve tu hijo vive. Y el hombre creyó la palabra que Jesús le dijo, y se fue. Cuando ya él descendía, sus siervos salieron a recibirle, y le dieron nuevas, diciendo: Tu hijo vive.

El noble demostró su fe en Marcos 11:24, ya que creyó sin tener ninguna evidencia visible de la sanidad, aparte de la palabra de Jesús. No podía ver a su hijo, pues no se encontraba presente. Jesús no le requirió que negara ningún síntoma, solamente que creyera su palabra.

3. El criado del centurión, Mateo 8:13

Entonces Jesús dijo al centurión: Ve, y como creíste, te sea hecho. Y su criado fue sanado en aquella misma hora.

La sanidad fue efectiva al instante, basada en la fe del centurión. Este debía creer que su criado sería sanado con solo una palabra de Jesús. La ausencia del criado presenta el mismo problema del caso anterior. Estos incidentes son excelentes ejemplos de fe, pero quedan muy lejos de ser prueba de la sanidad por negación de los síntomas.

Otros ejemplos del Nuevo Testamento sobre este método de sanidad no vienen pronto a la mente. Si aceptáramos que los mencionados pueden ser tomados como ejemplos del método, apenas serían tres casos de un total de treinta aproximadamente, aparecidos en el Nuevo Testamento. Es decir un diez por ciento del total.

Nos preguntamos por qué tanto énfasis en un método que representa no más del diez por ciento de los casos. ¿Por qué se lo proclama como si representara el cien por ciento? ¿Es apropiada esta perspectiva bíblica? Es mí parecer que un ministerio responsable debería someter este método a la guía del Espíritu Santo para cada caso individual y no emplearlo cuando no existe indicación de que deba ser aplicado. La iglesia debe reconsiderar su postura y adoptar un equilibrado y moderno enfoque del tema de la sanidad.

¿Y qué acerca de las sanidades que se atribuyen los maestros de la fe? ¿Son genuinas?

Posiblemente lo sean. No por sus enseñanzas, sino a pesar de ellas. Por mis conexiones con una variedad de grupos cristianos, he podido concluir que estos maestros no experimentan un mayor porcentaje de sanidades que otros. Lo que sucede, es que ellos hablan más al respecto.

Ya se discutió el tema de la “manipulación semántica,” por la cual se alteran las definiciones bíblicas. Los milagros experimentados en el movimiento de la fe pueden ser un efecto reverso de manipulación semántica.

Cuando dichos maestros usan las palabras “Dios, Cristo o fe,” los oyentes pueden asumir que están hablando sobre una sola confianza en Dios. Posiblemente ignoran que los maestros en verdad se refieren a la manipulación de Dios y a una fuerza mística llamada “fe.” Dios, en su misericordia, pasa por alto la ignorancia de tales oyentes y responde a sus clamores.

Mi sospecha es que esto sucede a menudo en América Latina. El catolicismo enseña una correcta doctrina de Dios, a pesar de sus crasos errores. Los católicos, o quienes dejaron el catolicismo, pueden clamar el nombre de Dios, como fueron adoctrinados. Por su gracia, Dios puede usar ese llamado, a pesar del contenido falso de las palabras que los maestros predican. 

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